On n'a pas besoin


On n'a pas besoin



En aquel momento en que toqué tus hombros, Darling, volvió a latirme el corazón de un modo osco y traidor. De un modo casi cínico y bobo. De un modo libre ante el represivo silencio que ostentabas. Es decir, sabia tus respuestas a mis preguntas cargadas de términos soeces – ajena, otra, amor, quédate, decisión- pero no quería recordarlas. Al final y nuestra charla  volvió a ser lo mismo de siempre, una gran sucesión de excusas para cubrir las  segundas excusas que no querías aun usar. No sé si a estas alturas hay algo de ese nosotros que parecía diluirse en medio del calor de aquellos mediodías, pues,  en estos nuestros días donde hablar es sencillamente  tocar esa parte de algún algo que pareciésemos  jamás haber visto pasar. Y más tú; que sencillamente hiciste de nuestros recuerdos un hermoso y brillante “lo dejamos pasar “como un premio consuelo que pensabas yo necesitaba tener. La verdad de todo no es más que una indecisión en flor posándose en tu ventana, una bandera de derrota colocada en lo alto de tus ojos dedicándome esa pena  con una sonrisa de buen perdedor. Podría preguntarte mil veces más que tiene ella que no tenga yo, de algún u otro modo, pero siempre la respuesta  nos será evidente. Un amor grande no está  hecho para   un hombre de corazón  pequeño y fortalezas minúsculas. No es necesario que volvamos a hablar de algo pues todo, en absoluto, está dicho ya, darling.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De esperas y mentiras

Altar.

Sendero