Tempête
Tempête
Llegué pronta a tus labios, como esa tarde obscena,
que solo desea diluir sus maradiagmáticos
ojos en lo infinito de un ocaso por tanto tiempo esperado. Sabías de las sonrisas
rotas y las palabras a medio vestirse en la calle de lo temido. Nosotros. Es
decir, sólo nosotros y el mundo que
hacía de la periferia de una charla hilvanándonos un por qué y un quizás en la
memoria. Tus razones, mis momentos. Lo extenso de una conexión que nadie sabría
jamás como comenzó. Tus tímidos coqueteos, mis maneras de huir sin avanzar.
Esta carrera indecente en medio del
desierto en mi corazón plagado de fosas. La verdad, mi verdad. La vergüenza de mi piel
ajada por los años de granulia pulmonar* exponiéndose a una nueva luna
en mi antiquísimo universo del miedo al
dolor. Este apenas. Ese maldito
dolor que me violenta en sus confines y araña la linfa en mi voz. Mi dueño en este continúo
juego del amor al desequilibrio y a los golpes del sueño que yo necesito, pero él no a mí. Mi pasión
desbocada a la lujuria de sus rizos y la
textura de su piel. Los besos a la nada, los abrazos a su olor. La mentira de mis
propios anhelos. Esta maldita y maldita manera de hacerme trastabillar
por mí misma. La facilidad con que muero en esta falaz indecisión. La culpa
cercenándome (…)
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