Céu preto

Céu preto



No había nada más que decir, él dijo adiós, y ella esperó que cumpliera su promesa. Los febreros de desgracia se habían acabado como las nubes oscureciendo las noches que ella tanto amaba. Al fin se sentía libre, al fin se sentía una persona real, como en mucho tiempo había olvidado que era.
Él dijo adiós, y ella solo se limitó a sonreír. La tormenta había pasado al fin, dejando ver esos detalles que había olvidado de tanto quitarse la piel para ver si hallaba algo en donde sentir  algo más fuerte que la soledad impregnándole el aire de esquirlas. Si alguna vez él le dolió, no iba a recordarlo jamás, ni a su carácter egoísta ni a sus obscenas maneras de amarla desdiciéndose, pero a la vez  reiterándole que la necesidad de su  juntos era innegable. Tan contrario él, tan idiota él. Pero ya no importaba, ella hacia bastante que tenía controlada esa parte de si llamada sentimentalidad en una jaula detrás de todas sus heridas  personales, así que él podía poseer su cuerpo por puro placer, pero nunca más su corazón. Su soledad la hacía cometer los errores más atroces para con ella misma, tantas veces como ella nunca esperó. Pero aquí estaba ahora, armándole una enorme puerta para ese adiós que él tanto se justificaba en dar. Decía que ya no soportaba su frialdad, sus ganas de no amarlo y sus muchos modos de demostrarle que él no era más nada que un juguete para .Ella sonrió, pues era verdad, alzó sus manos hacia el cielo y dio un respiro tan profundo que pensó haber retenido por un instante todo el aire del mundo entre su cuerpo. Todo comenzó a ponerse celeste de ese cielo que seguramente traería una noche esplendida esa vez (…)
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