Pretas condições
Pretas condições
Pretas condições
Conocianse hace bastante como para saber que una invitación a tomar un café significaba siempre algo más. Quizás la tonta costumbre de mentirse tan evidentemente lo hacía tentador como peligroso para ambos y sus vidas tan lejanas de puntos en común. El era un silvestre ingeniero que solía hablar todo el día de lo cuanto amaba ser respetado en su empleo, y ella amaba no oírlo, cuando mas recalcaba que su ego era simplemente una mentirilla más. Ella era dentista y amaba su consultorio solo y cerrado donde se sentía alguien infinitamente más contenta rodeada de pacientes sin un rostro en especial, pero él solía decir que la apoyaba diciéndole que, muy bien, pero que en ese instante que dejara todo por verlo en ya. No era precisamente una historia de amor lo que tenían, ni tampoco una de odio en general. Era básica y simplemente una relación de te tolero porque no deseo aburrirme haciendo cualquier otra cosa que quizás podría ser más tediosa que tú, pero aun así lo dudo. Parecían buscarse, simplemente para pasar el rato, charlar de alguna tontería, y en algunos casos salir a beber algo para matar el día. Mas él tenía un defecto; él no la buscaba por eso, si no porque encubría algún latido fosilizado en medio de su coraza de todo lo puedo yo. Era inconveniente en todos sus sentidos. Un sentimiento así no podía existir en la recta de sus cotidianos placeres absurdos, sería ilógico, que en ese trato de no me importas más que el tiempo que deseo perder ahora renaciera en forma de su extraño y contrario palpitar. Más, como todo en ese lugar y en esa relación imposible de llamar así, era absurdo empeñar alguna ilusión. Era solo lo que era, y hacerlo más seria perderlo todo en esa sola habitación donde ella desearía siempre hablar de que el mundo estaba aguardándola en algún camino sin que las ataduras fingieran de aire, y él , que solo amaba oír su propia voz, reflejándose en las paredes agudas de un tiempo compartido para descansar. Conociánse hace bastante para saber que por mas confusiones de latidos innombrables, allí no había más que la misma nada en racimos de semanas al azar (…)
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